sábado, 26 de marzo de 2011

¿Es la empresa farmacéutica la mejor amiga del médico?

¿Somos los médicos unos vendidos? ¿Recetamos aquellos fármacos de las empresas que nos obsequian con incentivos materiales? Son dos preguntas que me han realizado reiteradamente amigos, familiares e, incluso, pacientes. La respuesta es negativa, al menos de cara a la galería, no obstante, como en todas las profesiones hay profesionales sin escrúpulos.

Los españoles, amigos de la demagogia, nos ruborizamos cuando un profesional sanitario, por razones más crematísticas que científicas, receta un antilipemiante con el mismo principio activo que uno genérico. Sin embargo, muchos de estos que señalan al galeno como vendido o hijoputa (el español cuando califica, califica de verdad), tienen ingresos b, buscan bajas laborales bastante dudosas o intentan sacar dinero, de cualquier manera, al estado. Sin embargo, el médico no cobra un duro por poner Zarator en vez de Atorvastatina, en nuestro caso, el del residente, como mucho nos dista un bolígrafo o, en el mejor de los casos, algún curso formativo de carácter científico que, en ninguno de los casos, es estado nos sufragaría, ya que no invierte un mísero euro en formación del personal sanitario.

Bien, podréis acusar estas afirmaciones de demagogia, lo entendería, ya que no soy de los que comulgan con la publicidad que los representantes farmacológicos hacen en los hospitales, en los pasillos de las plantas, junto a enfermos, dando una dudosa imagen de los sanitarios. Cierto adjunto con el que tuve el placer de rotar en Neurología, los llamaba spam, ciertamente, no distan demasiado de la publicidad de viagra o alargadores de pene que podemos encontrarnos en nuestro buzón de hotmail (supongo que las anunciadoras de Internet me mandan mensajes subliminales...). En muchas ocasiones publicitan fármacos de dudosa actividad, o netamente inferiores a los usados, con efectos indeseables no publicitados en sus bibliografías claramente sesgadas (por ejemplo los, tan de moda, inhibidores de la DPP-4 para el control de la Diabetes Mellitus tipo 2).

Ahí está la labor discriminatoria del médico, que, a pesar del bombardeo publicitario, receta el fármaco que mejor se ajusta a la patología del paciente, o al menos debería hacer eso. Y doy fe que gran parte de nuestro gremio lo hace así. Sobre todo, teniendo en cuenta las dificultades y penurias económicas en las que nos movemos en este tiempo.

No obstante, hay ovejas negras en todos los rebaños. Igual que hay médicos corruptos, hay médicos que recetan ciertos fármacos espoleados por la empresa farmacológica. Sin embargo, este porcentaje es nimio, y no debe llevar al menosprecio del acto médico del resto del gremio.

La realidad, penosa doquiera las haya, es que los únicos que invierten en investigación son las farmacéuticas privadas, así de claro. Si la investigación fuera de carácter público, no habría empresas farmacéuticas con un poder económico superior que el de ciertos países tercermundistas.

Quizá algún día cambie todo... espero que a mejor.

miércoles, 2 de marzo de 2011